QUÉ REGALO
En sus tiempos de primarión, don Juan Pérez, le ponía apodos a todo el mundo, jactándose de esa “gracia”.
En la escuela Sarmiento, donde estudiaba, mientras cursaba el quinto grado de primaria, tenía de compañero al chele Pancracio Silva, a quien por sus ojos tristes y amarillentos, Juan bautizó como “ojos de chivo ahorcado”.
El día de las madres, al salir del acto cultural, Juan se adelantó para llegar a su casa antes de que pasara el chele, que vivía a media cuadra, para que su señora madre se enterara del nuevo apodo que acababa de poner. Cuando vió venir al chele, llamo a su madre y le dijo: “ mamá, mamá, oiga como le puse a Pancracio Silva , y tomando aire , a todo pulmón le gritó: ¡ OJOS DE CHIVO AHORCADO!.
Y ante la inocente mirada de la anciana el chele respondió: “ Tu madre, hijo de la gran p…!
El hecho es verdadero los nombres son ficticios
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